Fueguinos y patagones en zoológicos humanos: el exterminio como espectáculo

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Fuente: Ciper.

Para masacrar a fueguinos y patagones en el sur de Chile fue necesario poner en duda que eran personas, de modo que robárselos y matarlos no fuera un crimen. En su libro “Cautivos”, el historiador Christian Báez destaca una pieza clave de ese proceso: la industria de los zoológicos humanos, que secuestró y expuso a kawésqar, selk’nam, tehuelche y mapuche y extendió el prejuicio de su inferioridad. Así fue fácil quitarles a sus hijos cuando faltaba servidumbre o entregarlos como esclavos, para que se “civilizaran”. Su exposición jugó también un rol político en el Chile del siglo XIX: representaban “lo anormal, lo que se alejaba del país que la elite quería construir”, dice Báez.

*Foto de portada: Cautivos: fueguinos y patagones en zoológicos humanos (Editorial Pehuén; Centro de Estudios Indígenas e Interculturales-CIIR), Colección Centro de Estudios del Hombre Austral (CEHA), Archivo Fotográfico Histórico Armando Braun Menéndez, Punta Arenas, Chile. Autoría desconocida de la imagen.

El exterminio adopta muchas formas. Varias se han usado contra los pueblos originarios de Chile. La que reconocemos más fácilmente es la matanza. Los investigadores Alberto Harambour y José Barrena estudiaron sus causas en el caso de los kawésqar en un paper publicado recientemente. Contra la idea de que el exterminio de este pueblo y de su cultura ocurrió sólo por las enfermedades y la persecución de los colonos, los investigadores argumentaron que la violencia fue favorecida por el Estado chileno, el cual desplegó un discurso en el que los trataba de “barbaros”, “salvajes fuera del tiempo” y que incentivó su deshumanización. Hasta inicios del siglo XX matar a un kawésqar no era matar a una persona, pues el Estado los había declarado “en la frontera de la humanidad y animalidad”, como “extrahumanos que no podían ser sujeto de derecho”, explicó Harambour en una entrevista. La negación estatal de su condición humana, dejó a ese pueblo a merced de los intereses de los marinos, loberos y colonos que los persiguieron, vendieron y asesinaron.

En su último libro, Cautivos: fueguinos y patagones en zoológicos humanos (Editorial Pehuén; Centro de Estudios Interculturales e Indígenas-CIIR), el historiador Christian Báez examina otra forma que adoptó este exterminio. Se trata de la exhibición de estos “salvajes fuera del tiempo” en zoológicos itinerantes, los cuales alimentaron la deshumanización que es necesaria para matar.

Desde fines del siglo XIX y hasta comienzos del XX los zoológicos humanos constituyeron una lucrativa industria a nivel mundial que obtuvo su materia prima secuestrando familias indígenas de diversos rincones del planeta y llevándolas a las grandes ciudades donde las personas modernas y civilizadas se agolpaban a mirar.

Ese espectáculo ofreció a los chilenos el intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, durante las Fiestas Patrias de 1873. En su libro, Báez cuenta que en el antiguo Palacio de los Gobernadores (donde hoy está el edificio de Correos, en la Plaza de Armas) el intendente montó la Exposición del Coloniaje “uno de los primeros esfuerzos institucionalizados por recolectar, clasificar y exhibir objetos estimados como representativos de lo nacional”. En la exposición, junto con obras de arte, muebles, tapicería y objetos religiosos, se exhibió a dos hombres y una mujer fueguinos que El Mercurio de Valparaíso presentó como “caníbales” capturados por el gobernador de Punta Arenas, Óscar Viel.

Fueguinos y patagones en zoológicos humanos: el exterminio como espectáculo

La nota afirmaba que uno de los cautivos se había comido a “un contramaestre y tres marineros de una goleta que encalló y naufragó” y que, estando en Santiago, comenzó a sentirse mal y pidió un “niño crudo o asado”. En los días siguientes se informó que el hombre empeoró y que cuando las autoridades lo iban a llevar al hospital “sus compañeros se resistieron llorando a que los separasen de él”. Los otros dos cautivos también enfermaron gravemente. No hay ninguna gota de empatía en ese artículo.

-La exhibición de los fueguinos y patagones fue parte del intento de exterminio, llevado a la dimensión cultural- dijo Báez a CIPER.

En Cautivos, un libro que se enfoca en estudiar las fotos que se sacaron a los kawésqar y selk’nam expuestos en distintos zoológicos del mundo, el historiador reflexiona sobre cómo, al mostrar distorsionadamente a un pueblo, se lo invisibiliza y se lo borra de la historia. El fotógrafo, dice Báez, apunta y dispara en función de lo que su público “espera que sea un fueguino. Hay una carga social detrás de la fotografía. Se retrata a los fueguinos pensando en lo que otros quieren ver de estas personas”.

¿Y qué querían ver los europeos que acudían a los zoológicos humanos y a las muestras fotográficas? Lo mismo que los santiaguinos que acudieron a la exposición de Vicuña Mackenna: ver que eran distintos de esos cautivos. “Pagaban por ver a ‘otros’ que no eran ellos. Pagaban para verse en el espejo de lo que no son”, explica el historiador, quien añade que, a través de actividades como la Exposición del Coloniaje, la elite chilena buscó dejar claro lo que era Chile y lo que no: los cautivos exhibidos representaban “lo anormal, lo que se alejaba de la idea de país que la elite quería construir”, dijo.

Fueguinos y patagones en zoológicos humanos: el exterminio como espectáculo

Las fotografías que Báez reúne en su libro ayudaron, entonces, a lo mismo que los zoológicos: instalaron un discurso hegemónico, “el discurso del blanco, del ‘normal’ y la idea de lo que queremos ser como país por oposición, es decir, mostrándonos lo que no somos”.

La persecución y exposición de lo “distinto” no afectó solo a los pueblos originarios (Báez encontró en Valdivia antiguas fotos de un “espectáculo liliputiense”: un circo compuesto de personas enanas) y tampoco se ha detenido: «Seguimos exhibiendo como ‘rarezas’ lo que no entendemos ni nos interesa entender. Solo que hoy se lo denomina freak y no se muestra en París ni en la Plaza de Armas, sino que en Morandé con Compañía”.

Detrás de la persistencia en la persecución del distinto, Báez ve ignorancia: “Como no soy indígena, no soy inmigrante, no soy gay, no soy mujer, me da lo mismo, entonces ayudo a invisibilizarlo». También ve un riesgo:

-Los grupos eternamente marginados en algún momento pueden llegar a explotar. Piensa en lo que les pasa hoy a los niños haitianos que llegan a un país que no los acoge, que no los quiere conocer porque ‘parece que hacen brujería’, ‘traen enfermedades venéreas’, ‘son de distinto color’, ‘huelen distinto’, ‘no hablan nuestro idioma’. Piensa en ese niño que crece toda su vida con ese prejuicio. A los 15 años, ¿qué quieres que sea?

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