La magnetorecepción, el sentido oculto de los humanos

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Muchos animales son capaces de detectar inconscientemente los cambios en los campos magnéticos de la Tierra. Entonces, ¿por qué los humanos no deberían ser capaces de conseguirlo? De esta premisa partió la investigación del Instituto de Tecnología de California y la Universidad de Tokio que ha acabado detectando que las ondas cerebrales de las personas responden al campo geomagnético.

Los científicos saben desde hace años que las abejas, los salmones, las tortugas, las aves, las ballenas y los murciélagos usan las corrientes eléctricas del planeta para ayudarse a la hora de navegar. Incluso los perros pueden ser entrenados para localizar imanes enterrados. Lo que no se sabía hasta ahora era que los humanos tenían también este sentido: la magnetorecepción.

 

 

Lo que no se sabía hasta ahora era que los humanos tenían también este sentido: la magnetorecepción.

En la década de 1980 ya se intentó demostrar esta habilidad, aunque los análisis no propiciaron resultados concluyentes. El geocientífico Joseph Kirschvink, el neurocientífico Shin Shimojo y la neuroingeniería Ayu Matani han logrado lo que hasta ahora había sido imposible, según publican en la revista eNeuro .

”Aristóteles describió los cinco sentidos básicos. Visión, oído, gusto, olfato y tacto”, indica Kirschvink en un comunicado. “Pero no consideró la gravedad, la temperatura, el dolor, el equilibrio y varios otros estímulos internos que ahora sabemos que son parte del sistema nervioso humano. Nuestra ascendencia animal sostiene que los sensores del campo geomagnético también deberían estar presentes, no representando el sexto sentido sino el décimo u undécimo”, añade.

Aristóteles describió los cinco sentidos básicos. Visión, oído, gusto, olfato y tacto.

Los investigadores construyeron una cámara aislada protegida por radiofrecuencia e hicieron que 34 voluntarios se sentaran individualmente en su interior, en silencio y en completa oscuridad durante una hora. Entonces cambiaron el campo magnético y midieron las ondas cerebrales de los participantes a través de electrodos colocados en 64 puntos de sus cabezas.

Los participantes no experimentaron nada más que la soledad y la oscuridad, al menos conscientemente. Sus ondas cerebrales, en cambio, si se correlacionaron con las modificaciones magnéticas. Los científicos rastrearon el ritmo alfa (oscilaciones electromagnéticas), que tienen un rango de frecuencia de entre 8 y 13 hercios y permiten ver si el cerebro está siendo activado o está en modo de reposo o “piloto automático”.

Pero Aristóteles no consideró la gravedad, el dolor, la temperatura, el equilibrio y otros estímulos internos.

Si una persona está “desconectada”, su poder alfa es alto. Pero cuando algo llama su atención, consciente o inconscientemente a través de estímulos visuales, auditivos o táctiles, las ondas alfa caen. En algunos voluntarios del experimento los registros empezaron a bajar justo después de la estimulación magnética, disminuyendo hasta en un 60% durante cientos de milisegundos.

Poco tiempo después, recuperaron la normalidad. Las pruebas revelaron además que el cerebro parece estar procesando activamente información magnética y rechazando señales que no son “naturales”, ignorando las señales que son “incorrectas”. Otro contratiempo era saber si los cambios en las ondas estaban relacionados con el campo magnético y no con algún otro efecto de confusión.

Esta es la cámara que construyeron los investigadores

”Nuestros resultados descartan la inducción eléctrica y la hipótesis del ‘compás cuántico’ para el sentido magnético”, apunta Kirschvink. El geocientífico apunta a la magnetita biológica como el agente que ayuda a la magnetorrecepción humana. En 1962, el profesor de Caltech Heinz A. Lowenstam descubrió que este material magnético natural, se produce en los dientes de moluscos.

Desde entonces se ha encontrado magnetita en organismos vivos que van desde las bacterias hasta los humanos, y se ha relacionado con el sentido geomagnético en muchos de ellos. “No es sorprendente que conservemos algún componente neuronales funcional, dado el estilo de vida nómada de nuestros antepasados ​​cazadores-recolectores”, concluye.

Se ha encontrado magnetita en organismos vivos que van desde las bacterias hasta los humanos.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/ciencia/20190319/461130481846/humanos-sentido-campo-magnetico-magnetorecepcion-cerebro.html

 

 

 



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