La globalización es un fenómeno biológico y social

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En términos técnicos, la globalización puede definirse como el proceso dinámico por el cual sistemas diferentes y complejos, separados y con atributos distintos entre ellos, entran en contacto recíproco, con interacción e intercambio de materia, energía e información (incluyendo, en muchos casos, flujos e intercambios de especies, de seres humanos con su cultura, de capitales y tecnología) hasta adquirir numerosos atributos comunes y globales. Estas interacciones hacen surgir propiedades emergentes que no existían en ninguno de los sistemas anteriores considerados en aislamiento. Cuando estas interacciones entre sistemas – por aproximaciones sucesivas – llegan a tener una extensión planetaria, se habla más propiamente de mundialización. Globalización y mundialización pueden referirse entonces a sistemas complejos de tipo físico, climático, biológico y evolutivo, económico y cultural, del pasado y del presente. En la práctica, y en el lenguaje actual de todos los días, se entiende por globalización el proceso y el momento en los cuales todas las economías del mundo y las culturas de todos los países han entrado en un estado de interacción y de interdependencia, de permeabilidad e influencia recíproca, de apertura y no de aislamiento, autarquía o autosuficiencia.

En América, este proceso se define de globalización; en los países latinos de Europa, de mundialización. En este sentido muy amplio y algo impropio, los dos términos se han vuelto prácticamente sinónimos. Muchas globalizaciones Ha habido muchas globalizaciones en la historia de la biosfera y del hombre. A una escala geológica, por ejemplo, pueden citarse las grandes crisis planetarias del Permiano y del Cretáceo, o las conexiones entre Norte América y América del Sur por el istmo de Panamá que pusieron en contacto – repetidamente – tantas faunas y floras antes separadas.

A la inversa, la deriva de los continentes fue una especie de anti-globalización que separó y desconectó elementos bióticos anteriormente en contacto. Algo semejante puede decirse con relación a la historia del hombre. Cada vez que hubo progresos en los transportes y la comunicación (la rueda, la tracción animal, los trenes a vapor y después los eléctricos, todo tipo de barco de velocidad y autonomía crecientes, los aviones, los satélites, o el lenguaje escrito, la prensa de Gutenberg, el telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión, las computadoras e Internet), hubo y hay una fase de expansión con tendencia hacia un aumento de las interacciones y de las conexiones, siendo las más importantes de ellas el comercio y los intercambios culturales. Por ejemplo, los intercambios comerciales entre la cuenca del Mediterráneo y el sur de India (en particular Madras), fueron proporcionalmente más importantes e intensos, en los tiempos helénicos y romanos, de cuanto lo son en la actualidad.

La primera globalización de la historia humana, en el sentido más completo y planetario (mundialización), corresponde al periodo del Encuentro de los Dos Mundos y de los Grandes Descubrimientos. En aquel periodo, las carabelas y la prensa de Gutenberg jugaron – para la iniciación del proceso de globalización – un papel causal similar a lo que representan ahora satélites y computadoras en la globalización actual. Posteriormente, hubo otras globalizaciones. Entre ellas, fue muy importante aquella de comienzos del siglo veinte que se conoce por la expresión francesa “La Belle Epoque” y que se terminó con la deflagración de la Primera Guerra Mundial. Para América latina, Coatsworth reconoce y describe los efectos de cuatro ciclos de globalización después de aquella del Encuentro de Cristóbal Colón. Globalización actual La globalización actual, cuya encrucijada para su rápida expansión puede reconocerse en 1989 -en realidad los primeros síntomas son bastante anteriores- se debe principalmente a tres factores algo concomitantes: la caída del muro de Berlín con el fin de la Guerra Fría y la apertura o mayor permeabilidad de las fronteras, la liberalización del comercio internacional por los acuerdos del Uruguay Round del GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), y la afirmación y expansión de Internet. Es la “BIG globalization”, por las iniciales de Berlín, Internet y GATT. En la historia de la biosfera y de la humanidad, hubo y habrá – de esta manera – fases de expansión y de apertura, seguidas por fases de contracción, retracción, cierre, separación y aislamiento. La expansión, debido al aumento de los contactos, de las comunicaciones y de los transportes, ya ha sido explicada. La retracción, desde lo más antiguo, se observa cuando ocurren situaciones de inseguridad, sobre todo en los transportes, fronteras más rígidas y estrictas frente a la gente y al comercio, y – más recientemente – el advenimiento en el siglo diecinueve de la mayoría de los Estados-Nación, a menudo con proteccionismo económico y censura de estado a la información, hasta las guerras mundiales que caracterizaron el siglo recién pasado. Incluso los trágicos acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001 y el advenimiento del terrorismo internacional han provocado una fase de detención parcial, o por lo menos de nuevos rumbos dictados por la geopolítica y la seguridad más que por la economía y el desarrollo (“la economía del miedo” y no de la confianza) a la globalización en curso. Incidentalmente, las repercusiones negativas para el desarrollo económico derivadas del atentado del 11 de Septiembre han sido mucho más fuertes y devastadoras en los países del Sur que en aquellos desarrollados, incluyendo los mismos Estados Unidos víctimas directas del atentado. Bajo todo punto de vista, la globalización es un fenómeno coyuntural, aunque sea muy prolongado. Lo que es, por otra parte, esencialmente estructural en el cambio actual es el advenimiento de la sociedad de la información, aquella de los servicios y de los conocimientos, y de la organización por redes (network society, Castells 1996), después de una larga fase de sociedad agraria y otra mucho más breve de sociedad industrial.


Ganadores y perdedores
El síndrome más común y más inquietante de la globalización es el de los ganadores-perdedores (winner-loser syndrome). Algunas entidades (especies, ecosistemas, individuos y comunidades humanas, países y economías) tienen una capacidad o voluntad mayor de adaptación al cambio, salen favorecidas por las nuevas interacciones, interfaces y conexiones, y ganan en fuerza y poder de expansión. Otras entidades – por razones inherentes o circunstanciales o por fuerzas exteriores – no se adaptan igualmente bien (y a menudo ni siquiera comprenden la naturaleza y el sentido del cambio), y pierden desde un punto de vista biológico (extinción de especies), económico (baja de los ingresos y dependencia de los otros) y sociocultural (destructuración social y pérdida de identidades culturales). Las brechas (gaps) tienden a aumentar considerablemente. En términos geopolíticos y sociales, las brechas aumentan no solamente entre países, sino también al interior de cada país – desarrollado o subdesarrollado – que tiene su parte de ricos y su parte de pobres marginalizados. Esta brecha interior entre ricos y pobres tiende incluso a ser mayor en países en vías de desarrollo, o claramente subdesarrollados, que en los países en la fase más avanzada de desarrollo. El síndrome de los ganadores-perdedores se aplica a todas las entidades, desde lo biológico a lo económico y social. Así, el aumento de los contactos (o el establecimiento de nuevas formas de contacto) ha permitido a muchas especies que vienen desde afuera (especies invasoras) desplazar especies locales y autóctonas hasta su misma extinción. También en las plantas y en el clima Es el fenómeno de las invasiones biológicas. Este fenómeno ha sido tan intenso después del Encuentro de los Dos Mundos – y en los dos sentidos – que ha alterado la composición y el aspecto de muchos paisajes de América y de Europa. En cuanto a las plantas, se suelen diferenciar las arqueofitas (aquellas plantas que han mantenido su antigua área biogeográfica de distribución) y las neofitas (aquellas que la han cambiado, introduciéndose en otros continentes después del Encuentro de 1492). En el momento actual de globalización, la invasión por especies foráneas es el fenómeno que produce – a una escala mundial – el mayor número de extinciones. Algunos ecosistemas son más resistentes que otros a la invasión o muestran una mayor capacidad de expansión mundial de sus especies. Es el caso de muchos ecosistemas de Europa y del Mediterráneo que ya han afrontado muchos cambios (por ejemplo, debido a las glaciaciones) o han estado en contacto con el hombre desde lo más antiguo en un proceso de coevolución. Otros ecosistemas son particularmente vulnerables a las invasiones (islas, ecosistemas de las regiones australes de América, África y zona del Pacífico). Algo semejante ocurrirá con los cambios climáticos actuales (otra forma de globalización planetaria). Los ecosistemas de tundras, taigas y praderas de las zonas boreales deberían tener una gran expansión para ocupar zonas del norte ahora demasiados frías, mientras muchos ecosistemas de las regiones tropicales, de las franjas áridas (sabanas, ecosistemas mediterráneos) y de las islas se verían perjudicados. Brechas sociales En términos económicos y sociales, las brechas entre países y al interior de cada país no son deseables ni siquiera para los “ganadores”. Estas brechas implican un aumento de la inseguridad (nacional y planetaria), que es la condición más importante para un desarrollo basado en la confianza de los que hacen inversiones y crean puestos de trabajo, y una pérdida de partes importantes de mercado. Hasta cierta medida, estas brechas pueden estar en el origen del supuesto “choque de civilizaciones” ilustrado por Huntington. Una economía con competitividad a suma cero (yo gano, tu pierdes) debe ser reemplazada por una economía con creación de valores (yo gano, tu ganas también). Esto se refiere también a la compatibilidad absolutamente indispensable entre desarrollo y medio ambiente. Sin desarrollo – en la mayor parte de los países – sería ilusorio adoptar y seguir políticas de saneamiento ambiental. Estas no serían aplicadas, por la simple razón que no serían aplicables en un mundo real. Junto al “derecho del ambiente”, habría también que institucionalizar en el ámbito internacional un “derecho al desarrollo”. Las win-win strategies (gana el desarrollo y gana también el medio ambiente) son cada vez más implementadas.

Primer error
Estas brechas debidas a la globalización no son tampoco inevitables, siempre que no se cometan dos errores fundamentales. El primer error – muy frecuente – consiste en adoptar un “pensamiento único” y una sola estrategia común para enfrentar la globalización. Las fuerzas planetarias y uniformes de la globalización actúan sobre entidades (países distintos, regiones diversas dentro un país y comunidades locales) completamente diferentes en su evolución, su trayectoria histórica, sus potencialidades, sus identidades culturales y sus aspiraciones. Una acción idéntica y una respuesta común frente a las fuerzas de la globalización implicarían, en la mayor parte de los casos, una estrategia no adaptativa, no específica, y que además no motivaría – a causa de su misma uniformidad – la enorme diversidad de culturas y de identidades que hay en el mundo. Además, sería incapaz de despertar el compromiso y la participación de las poblaciones interesadas, de los actores en juego. El desarrollo, para que sea adaptativo, debe ser eminentemente específico. La imitación de los otros más desarrollados nunca conduce a la innovación.

Segundo error
El segundo error – igualmente frecuente – es el de aceptar pasivamente la globalización sin buscar factores de regulación y de feedback en el ámbito internacional y nacional. Además, si la globalización es una “necesidad” del mundo actual, la que sería suicida no considerar (y de hecho prácticamente todos los países del mundo, cualquier sea su ideología política, la consideran y la aceptan), es imposible que sea aceptada también por los ciudadanos en ausencia de medidas apropiadas y específicas por los gobiernos.

Estas consisten en:

a)
 una pedagogía clara y sin ideología preconcebida sobre lo que es la globalización, sus oportunidades y sus riesgos;
b) una educación y formación adaptada al mundo actual abierto, y no a la sociedad industrial, cerrada y protegida del pasado;
c) una formación permanente que permita el reciclaje desde los sectores económicos que se desvanecen a aquellos portadores de futuro y de esperanzas, y en el acceso a la información bidireccional y transversal del presente (se recibe la información, pero también puede transmitirse en forma activa) a todos los ciudadanos. Junto con el síndrome de ganadores-perdedores, otro fenómeno típico de las globalizaciones (y en particular de los cambios climáticos globales) es la incidencia mucho más alta de “eventos extremos” y de sorpresas en el sentido técnico de este término.

Esto también aumenta las brechas, según la capacidad de los diferentes sistemas – de políticos a sociales – de anticiparse a estos fenómenos o de reaccionar con mayor prontitud y flexibilidad. Lo que no es la globalización Sería también útil destacar lo que la globalización no es, a pesar de todo lo que se escribe y se dice al respecto. La globalización no es la consecuencia de una supuesta doctrina neoliberal, ni de ninguna otra ideología. Tampoco es un proceso que pueda comprenderse poniendo en un juego exclusivamente causas y efectos de tipo económico. Por cierto, es más fácil adaptarse con éxito a la globalización cuando se habla de apertura y de comercio internacional, que cuando se adopta una política de proteccionismo y de Estado asistencial. No es tampoco lícito afirmar que la globalización actual es un proceso que mira a la sumisión del Sur (Tercer Mundo) a los países del Norte. Hay países de Europa que han pagado un tributo muy alto a la globalización con un fuerte aumento de la tasa de desempleo (por no haber comprendido y emprendido las reformas estructurales necesarias para una transición post-industrial en tiempos de globalización). En cambio, hay países del Sur (Singapur, Taiwan, Corea del Sur, Hong Kong, Malasia, Tailandia, China, parte de India, Chile) que nunca habrían podido alcanzar el desarrollo económico y tecnológico actual – y en tan breves tiempos – en ausencia de globalización. Por cierto, por lo menos la mitad de la humanidad – la que vive en los países de Asia antes mencionados – ha sacado un provecho indiscutible de la globalización, además de Norte América y de Europa. Finalmente, tampoco es cierto que las oportunidades de la globalizacion sólo pueden ser utilizadas por gobiernos liberales, o – como otros preferirían – por gobiernos muy débiles y permisivos. El desarrollo más explosivo en tiempos de globalización es el de China que tiene un régimen comunista (pero con mucho pragmatismo), mientras que Singapur (que en estos momentos constituye el país mas avanzado del mundo) y Malasia se caracterizan por gobiernos muy fuertes y autoritarios, que ponen mucho énfasis en la identidad nacional dentro de cierto multiculturalismo.

Globalización y geopolítica
Un aspecto que me interesa particularmente, pero que no podrá discutirse dentro del marco limitado de este artículo, es la comparación geopolítica del tipo de desarrollo en el mundo durante los últimos doce años, la “geopolítica de la globalización”, el juego global de los ganadores y de los perdedores. ¿Por cual razón, política y estrategia o cuáles errores, algunos países han sacado tantas ventajas y otros han sido tan desaventajados por la globalizacion? Por ejemplo, cuando comenzara el proceso de esta globalización, el estado económico, educacional y tecnológico de América latina no era inferior o aparentemente menos promisorio de aquel de los países de Asia mencionados, muy por el contrario. Simplemente, América latina se ha quedado atrás. Y Chile era mucho más pobre que Argentina, pero ésta ha acumulado – durante los últimos diez años – prácticamente todos los errores que pueden hacerse en lo de no encarar a la globalización con flexibilidad y diversificación, y sin ideologías preconcebidas.


La respuesta, necesariamente muy incompleta, no radica en la disponibilidad de recursos naturales locales, sino en el uso de los recursos humanos, en las enormes inversiones en capacitación e innovación tecnológica (en Asia del Sur-Este) o en la diversificación (en Chile). Los países que han confiado demasiado o casi exclusivamente en sus propios recursos naturales, han pagado un tributo muy pesado que los ha llevado a un desarrollo abortado. Por otra parte, los países del Norte muestran una actitud algo apática, indiferente, irresponsable o por lo menos hipócrita frente a los países en vías de desarrollo. Sacan ventajas de sus fuerzas y poder para imponer sus puntos de vista, imponen restricciones a las importaciones – incluso por razones ambientales – que equivalen a menudo a un nuevo proteccionismo, y otorgan altos subsidios a sus productores agrícolas con efectos catastróficos y una concurrencia desleal frente a los agricultores del Sur (y de unos cuantos países de Europa del Este) que no pueden esperar subsidios similares de parte de sus propios gobiernos. Los principios de la globalización y de la liberalización de los mercados están distorsionados por estas actitudes. Francesco di Castri es Director de Investigaciones del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), París, y miembro del Consejo Editorial de Tendencias Científicas.

Autor: Francesco di Castri
Fuente: Tendencias Cientificas.
Web: www.tendencias21.net



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