Influencers que no existen: el caso de Miquela, la robot instagramer

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Los personajes de ficción y sus coqueteos con la realidad no son nuevos. Desde el mitológico Cupido (Eros en la tradición griega), considerado dios del deseo amoroso, pasando por el famoso Gran Hermano orwelliano que tanto ha sido usado para trazar analogías con los gobiernos más poderosos del mundo o empresas como Facebook y Google, siguiendo grupos de música virtuales como Gorillaz o DJs que pinchan en Fornite. La generación de estos personajes ha ido adentrándose también en otros espacios sociales y ahora empiezan a consolidarse también como Influencers. Una de ellas es Lil Miquela.

Miquela nace en 2016. Un perfil de Instagram daba comienzo a su historia: una joven hispano-brasileña, residiendo en Los Ángeles y proyectando identidad de IT-Girl comenzaba su rastro digital suscitando todo tipo de especulaciones (como que era una campaña para promocionar el juego Los Sims). Después de tres años ya sabemos un poco de qué va la historia: «un estudio transmedia que crea universos narrativos y personajes digitales». Esto es lo que puede leerse en la escueta web (es un Google Doc en realidad) de presentación de Brud.

Miquela casi siempre siempre declaró ser un robot y por más que resulte evidente que el diseño de su cara no buscaba transmitir realismo (unas facciones y una tez de piel más propias del videojuego que de técnicas más recientes que buscan emular la realidad de forma más eficiente), el hecho de que la empresa que lo creara se incluyera como parte del universo de ficción, declarando un conflicto con una supuesta empresa de Inteligencia Artificial denominada Cain Intelligence, no ha facilitado acceder a una versión verificada y contrastada del origen del personaje. Lo que hoy parece mucho más evidente es que se trata de un producto ‘muy humano’ (no una Inteligencia Artificial tal y como se ha llegado a decir) y que busca generar ingresos atrayendo a marcas.

«Desde luego no son robots, ni inteligencias artificiales, como se refieren a ellos en ocasiones en los medios alentados por sus creadores, son, efectivamente, personajes de ficción que necesitan de guionistas y diseñadores», comenta Lucía Caro, profesora de Publicidad y RRPP y con un trabajo de investigación llevado a cabo sobre Miquela. Para Caro, entramos en una fase de la historia donde hemos normalizado que los afectos y las relaciones pueden crearse y mantenerse a través de ámbitos virtuales, sin embargo, ahora mismo asistimos a dos cambios sustanciales «El primero es que todos, sujetos, objetos y organizaciones, interactuamos en un mismo medio, todos nos traducimos a bits y nos regimos por las mismas reglas de realidad. Eso facilita que naturalicemos la incorporación a nuestras redes de marcas comerciales, por ejemplo. El segundo cambio es consecuencia del primero: al relacionarse ambos (fan y personaje) en un mismo ámbito de realidad, es más sencillo que éstos puedan involucrarse de formas más diversas, yendo estas formas desde lo puramente afectivo a la realización de tareas no remuneradas».

Miquela no esconde su lado comercial. De hecho ya ha visto ropa de marcas tales como Chanel, Proenza Schouler, Supreme, Vetements u Off-White. También ha iniciado su carrera musical lanzando varios temas musicales, algunos de ellos como con Harry Bauer Rodrigues, conocido por su nombre artístico Baauer (productor estadounidense de música trap y bass). «Lo perturbador para mí sería, entonces, que el medio puede favorecer formas más y mejor dirigidas de explotación de los afectos de los fans en beneficio de las empresas que creen o alquilen a estos personajes», apunta Caro.

 

Personaje de ficción, afectos reales

De hecho, aunque el personaje sea de ficción, los afectos son reales. Tal y como explica Caro, esto también supone una diferencia sustancial con respecto a cómo se han consumido las ficciones en radio, cine y televisión en los últimos 50 años: «Con la aparición de la radio y, especialmente, de la televisión, se comenzó a estudiar las relaciones afectivas y de intimidad que proyectaban algunos miembros de las audiencias hacia personajes de series de televisión o hacia sus ídolos musicales o cinematográficos. Estas relaciones se estudiaron desde la psicología como «parasociales» (Horton & Wohl, 1956), en tanto que podían ser vividas como reales, pero en ellas faltaban elementos básicos que caracterizarían a una relación social, la esencial en estos casos era, obviamente, la inexistencia de reciprocidad en la interacción».

Miquela todavía no interactúa, pero quizás aumente todavía más la sensación de proximidad. Antes el presentador de televisión se colaba en el salón o en el dormitorio pero no había interacción. Miquela usa la misma red social que sus fans: Instagram y estos pueden dejarle comentarios. Obviamente el fan sabe que no es real, pero tal y como indica Caro «es una elección, un juego que elige jugar: porque le permite sentirse acompañado, porque le entretiene, porque le produce algún tipo de gratificación, en definitiva».

No hay datos que puedan avalar esta instrumentalización y comercialización de los afectos de los fans. Sin embargo el periodista Jonathan Shieber escribía para la revista de tecnología Techcrunch: «Es menos conocido que la compañía está respaldada por algunos de los nombres más importantes en inversiones de capital riesgo: empresas como Sequoia Capital. Nuestras fuentes sitúan los fondos de la compañía en alrededor de $ 6 millones en su reciente ronda de financiación».

Más allá de lo comercial, ¿tendrá aplicaciones sociales?

La pregunta es, más allá del marketing y el aspecto comercial, ¿podrían estos personajes una función social realmente transformadora? Miquela ha publicado contenidos que defendían al movimiento Black Lives Matter o los derechos de personas trans. Caro no es muy optimista al respecto «Lil Miquela apoya causas como el movimiento Black Lives Matter y eso es estupendo, claro; pero ¿y si un día decide prestarse a ser un vientre de alquiler como una forma de ganarse la vida? ¿o si hiciera apología de la tenencia de armas? En un contexto en el que el astroturfing ha eclosionado en los medios sociales, me preocupa quién puede alquilar estos perfiles y con qué fines. Porque cuando ves a Miquela con una sudadera Gucci puedes inferir que haya un pago de por medio, pero cuando lo que expresa es una idea o una adhesión, es más fácil percibirlo como parte de los valores del personaje y de sus vivencias»

En su particular web, a la pregunta sobre si Miquela es real, la empresa responde: «Tanto como Rihanna». Como queriendo decir: es imposible que te cruces con Rihanna por lo que su diferencia con respecto a Miquela no es tanta. La construcción de identidades digitales en la era de Twitter y Facebook se parece mucho tanto para artistas como para políticos. Nos fascinamos con lo real que parece Miquela, pero también con lo irreal que a veces parece Trump cuando dice «las personas que intentan entrar en nuestro país son animales». Quizás sea hora de aparcar el debate ficción vs. realidad y tal y como apunta Caro, preocuparse más por ver cuáles son los valores sociales que cada uno promueve.

Fuente: https://www.eldiario.es/tecnologia/Influencers-existen-Miquela-robot-instagramer_0_886111754.html



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