De Alem a lo más acreditado de la Ciencia mundial

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Sus áreas de conocimiento son la neurociencia, la oncología y la ciencia en general.

Actualmente desarrolla, junto a su equipo, un programa de investigación para diagnosticar enfermedades mentales complejas.

El joven investigador, hizo un trayecto en la carrera científica tan brillante como meteórica.

No sólo es experto en investigación molecular, trabajó junto al doctor James Dewey Watson (reconocido en la comunidad científica por obtener el Premio Nobel en Fisiología) sino que desde hace cuatro años se dedica a las neurociencias como investigador independiente.

En el laboratorio donde se desempeña actualmente desarrolla, junto a su equipo, mejoras en diagnosticar más eficientemente enfermedades mentales complejas, como el trastorno obsesivo compulsivo, bipolar o la esquizofrenia, entre otros.

UNA VISITA DE RIZZOLATTI. Año 2018 en el Parque Científico de Madrid (donde está ubicado el laboratorio de Cariaga actualmente). El dr Alelú (el primero por la izquierda), el dr. Rizzolatti, autoridad del Parque y el misionero.

“Allí trabajamos en varias facetas de la neurociencia y estudiamos tanto el cerebro sano como el patológico. Con respecto a los estudios en cerebros sanos, tenemos una colaboración con la Universidad de Parma y, en particular con el doctor Giacomo Rizzolatti, descubridor de las neuronas espejo y premio Príncipe de Asturias”, contó a PRIMERA EDICIÓN a quien le brindó una amena charla desde Madrid, después de un ajetreado día de trabajo.

AÑO 2014. Ariel Cariaga con su grupo de investigación en el Centro Nacional de Biotecnología en Madrid, donde trabajaba con modelos in vivo, estudiando el cáncer de pulmón. La directora era la doctora. Ana Carrera (la primera por la izquierda).

Actualmente, Ariel está desarrollando estudios en una entidad sin ánimo de lucro: la Fundación Canis Majoris. 

Con una pasión arrolladora, la cual puede deducirse cuando habla acerca de sus estudios, pero con la humildad de una persona que llegó a lo más prestigioso de la comunidad científica, Ariel es un hijo Alem quien nunca olvidó sus orígenes.

De familia trabajadora
Mientras explica que las neuronas espejo “son las que se activan cuando observamos a otras personas hacer cosas y nos sirven para aprender y también para comprender las emociones”, no le apena comentar que proviene de una familia humilde y trabajadora.

AÑOS JUVENILES. Ariel con la directora de la Escuela Normal Superior 1 de Alem, Amalia Ciamarra , donde hizo la secundaria.

“Decidí vivir fuera muy joven, por la idea de hacer una carrera internacional, considerando que en mi familia no hay una tradición universitaria. Somos gente bastante humilde, de trabajadores, tuve que esforzarme, luchar para conseguir becas, trabajar y competir con muchos alumnos. Finalmente fui consiguiendo lo que me propuse. Creo que fue clave nunca quedarme quieto, siempre golpear puertas. Intentar salir adelante, sobre todo si hay una pasión, un interés, como en mi caso: la ciencia”.

La interacción ambiente y genes
Actualmente el joven investigador está viendo la implicación de las neuronas en fenómenos más psicológicos, como la empatía.

“A nosotros nos interesa caracterizarlas desde el punto de vista molecular porque todos los estudios hechos son de medición e imagen, pero todavía no se conoce la regulación bioquímica que poseen”, describió.

Con respecto al cerebro patológico, el científico explicó que están trabajando en colaboración con el Hospital Ramón y Cajal (que es referencia en Madrid y en España para el tratamiento e investigación de diversas patologías cerebrales).

“Estudiamos la interacción entre el ambiente y los genes en la generación del trastorno obsesivo compulsivo. El TOC tiene una alta carga genética, pero no basta por sí sola para producirse sino que se requiere que el paciente esté en un ambiente propicio para desarrollarlo, por ejemplo, bajo estrés constante”, prosiguió.

“Para ello, trabajamos con células madre que se generan a partir de la piel de los propios pacientes y, a partir de ellas, en el laboratorio generamos neuronas que son idénticas (o muy similares) a las del propio paciente con lo que no tenemos que hacerle un neurocirugía para obtener sus neuronas”.

En sus estudios actuales, el laboratorio tiene convenios de colaboración -especialmente para formación- con Universidades de Estados Unidos y Reino Unido.

“Estas colaboraciones son muy importantes porque en ciencia siempre tenemos que seguir aprendiendo y, para resolver problemas tan complejos como una enfermedad mental, tenemos que aprender de muchas áreas y con ayuda de otros científicos”, remarcó.

Niñez y juventud en Misiones
Hijo adoptivo de Alem (realmente nació en Buenos Aires), a los ocho años se mudó a Misiones junto con sus padres, Ernestina Martínez y Asunción Cariaga.

“Era 1990, en Buenos Aires fue una época de saqueos e hiperinflación. Fuimos a Alem que era el pueblo de mis abuelos. Parte de mi infancia transcurrió allí, hice la escuela primaria, luego toda la escuela secundaria y una vez que la terminé, me tocaba decidirme que carrera quería seguir. En principio quería hacer un profesorado (profesor de inglés). Luego fui a buscar poco de información en las distintas universidades que teníamos allí por Posadas y encontré la carrera de bioquímica”, dijo sobre sus años juveniles.

AÑOS 2004-2005. Con parte del grupo de investigación que tenía Ariel en la UNAM. “Estudiábamos el cáncer de próstata y mama y también biotecnología vegetal”.

“Mi adolescencia fue muy activa, estuve trabajando en los clubes de ciencia, me gustaba estar en los centros de estudiantes. Moverme con lo que era mi grupo de compañeros de la escuela secundaria. Siempre había algún tipo de iniciativa que nos unía”.

Cada año el científico regresa al país para reencontrarse con sus afectos de entonces.

“Luego, al final de la carrera de bioquímica, una de las últimas asignaturas tenía que ver con la práctica hospitalaria. El año que me tocó hacer la práctica hospitalaria fui al SAMIC de Alem. A mí me tocaba el hospital de Posadas pero intercambié mi lugar con la persona a la que le tocaba Alem, porque yo era de allí. Esa experiencia me abrió las puertas, aprendí un montón, estuve con muchísimos profesionales y al final me llevé una muy buena relación con todos”, recordó.

“Voy más o menos una vez al año y aprovecho para juntarme con mis compañeros y también con varios de los profesionales con los que hice mis prácticas”, contó.

Argentina y un retorno difícil 

“Aunque estuve tentado de volver hace algunos años a despeñarme en el país, porque Argentina durante un tiempo mejoró bastante en el área científica, el problema que suele haber en la ciencia, allí por lo menos es que al no contar con una política de Estado, no se puede mantener en el tiempo y algo que necesitamos justamente los científicos es tiempo”, fue la respuesta del investigador acerca de la posibilidad de volver al país.

“Para curar un cáncer no nos alcanzan cinco años. Para desarrollar un fármaco puede pasar, quizás, una década. Entonces si cada dos o tres años nos quedamos sin financiación, es un problema para nosotros. Tenemos que volver a empezar todo otra vez. Aquí en España como país desarrollado y también un poco con la ayuda de la Unión Europea, la perspectiva es bastante mejor en este aspecto”, reflexionó.



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