Una nueva forma de concebir «lo social»

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Aunque definimos al hombre como un “ser social”, creemos que el concepto de “ lo social” merecería ser profundizado desde una perspectiva biológica.

Este supuesto saber acerca del ser social del hombre, ha sido construido desde la definición de hombre que caracterizó a toda esta época de plenitud del individualismo.

Sin embargo, han existido corrientes dentro de la biología, denominada biología espiritualista, que sostuvieron que la vida del hombre estaba regida  por los instintos  de auto conservación, sexuales y sociales. El biólogo Von Monakov considera que existiría, también, un instinto religioso o cósmico.

El ser social del hombre está inscripto en la biología de la especie.

Somos mamíferos y como tales compartimos una historia en la cual “la familia” ha sido parte de nuestra propia definición como especie.

La particular constitución de la organización social que denominamos familia, se manifestó en la importancia de los cuidados maternos, el juego social y la vocalización de la llamada. Todas estas situaciones sociales son de máxima trascendencia, no sólo en la configuración de los vínculos familiares, sino también en la configuración de las grandes organizaciones sociales.

La Solidaridad

¿Qué sucede con las expresiones sugerentes de amor solidario, de acciones altruistas?   Nos conectan con la incredulidad, la desconfianza, o suenan a un discurso engañoso. Es decir que cuando se intenta tomar conciencia de lo social a partir de la palabra, conduce casi indefectiblemente a la sensación de mentira, encubrimiento, o especulación. No nos resulta sencillo sentir autenticidad en esos discursos. Pero cuando la palabra acompaña una trayectoria construida de actos, nos conmueve y el sentimiento es de respeto.

Son justamente los hechos, las acciones solidarias, los agrupamientos espontáneos que hacen surgir, probablemente, en cada uno de nosotros un impulso, una intención de ser un semejante, de incluirnos en una de esas experiencias que presentimos integradoras justamente porque sentimos una falta ,una carencia, un vacío y es la expresión de la fisura del tejido social.

Podrá llegar a su fin una determinada forma de lo que llamamos familia pero la pulsión social se expresará bajo nuevas formas que esperan ser comprendidas en su sentido más profundo.

Este es un territorio en el cual las neurociencias y el psicoanálisis deberían incursionar, dada la responsabilidad social que les compete.

 Gen Altruista

MENSAJEROS DEL PARAISO

Las endorfinas, drogas naturales del cerebro

Charles F. Levinthal

Biblioteca Científica Salvat

 Cap. VII Segundo paso hacia el paraíso: bienestar social, alienación y adicción

…psicólogos que hablan del deseo inconsciente de retornar al útero. Hay aquí, por lo menos, una razón neurológica para hacerlo. Sin embargo, llega el momento en que debemos crear nuestro propio refugio seguro, fuera del cuerpo de la madre. Como mamíferos, somos, por definición alimentados con la leche materna.

MacLean propone la teoría de que, para los cachorros de mamíferos, la separación misma habría sido catastrófica, y la producción de alguna señal auditiva habría constituido una conducta importante con el fin de mantenerse en estrecho contacto con la madre. El grito que anuncia la separación (particularmente en la oscuridad) es lo que habría conseguido reunir nuevamente a la madre y el recién nacido, y así se procuraría la seguridad y alimentación de este último. El grito de separación representaría, por lo tanto, la forma mas primitiva y básica de vocalización de los mamíferos, que incluso eclipsaría al aullido provocado por el hambre, relegándolo a un segundo plano.

Otra característica emergente en esta etapa de la evolución parece haber sido la conducta de juego social. En ninguna especie reptiliana existente hoy en día hallamos una conducta de juego, y es improbable que la haya habido en cualquier otra etapa de evolución de los reptiles. Los mamíferos, por el contrario, despliegan esta conducta de manera casi universal, como componente de una sociabilidad generalizada dentro de la unidad familiar. Parece ser parte del desarrollo emocional del pequeño mamífero, que emprende juegos con sus hermanos.

Cuidados maternos, vocalización y juego social: un trío de conductas nunca vistas anteriormente en el mundo de la naturaleza, ni siquiera a título individual, y mucho menos en combinación….

Dadas estas vastas modificaciones en la conducta, no es asombroso que, en algún momento de la historia evolutiva, haya habido también una sorprendente modificación en la anatomía del cerebro. Comenzó entonces el desarrollo de nuevas estructuras neuronales, conocidas colectivamente como sistema límbico, que literalmente rodearon al antiguo tronco cerebral protoreptiliano. Nunca podremos saber si las nuevas necesidades en la conducta de estos mamíferos produjeron el desarrollo evolutivo en el cerebro, o todo lo contrario: si las nuevas estructuras cerebrales produjeron la evolución de la conducta.

Paul Brocca, el célebre médico e investigador francés cuyos descubrimientos iluminaron tantas áreas de la psicología y la neurología, examinó en un trabajo escrito en 1878 las implicaciones de lo que denominó “el gran lóbulo límbico” del cerebro. El término proviene del latín limbus, que significa “borde o margen”, porque el tejido cerebral parecía rodear un centro….lóbulo límbico era un denominador común en los cerebros de todos los mamíferos. Actualmente los especialistas en neuroanatomía hablan de un sistema límbico, por cuanto hay un agrupamiento interconectado de estructuras cerebrales que incluye al “gran lóbulo límbico” de Brocca. Las estructuras más destacadas son amígdalas,  septum pellucidum, hipocampo y corteza cingulada, todas las cuales interactúan con el hipotálamo como integrador de las respuestas emocionales. Cuando de provocan lesiones experimentales en la corteza cingulada, específicamente, se pierden una serie de conductas mamíferas asociadas con los cuidados maternos, la vocalización y el juego social.

Con el desarrollo del sistema límbico, podría también decirse que comenzó a manifestarse una nueva tendencia en la actitud emocional del animal hacia el ambiente que lo rodea. Sin abandonar el instinto reptiliano de territorialidad y una actitud en general defensiva hacia el ambiente, los mamíferos podían desarrollar ahora una tendencia hacia la socialización y a la crianza. Al parecer no es por coincidencia, como veremos, que el sistema límbico dé la clave para entender la base neuronal de la conducta dirigida hacia la recompensa, ni que dicho sistema contenga algunas de las más elevadas concentraciones de receptores de opiáceos y endorfinas en el cerebro.

 Las endorfinas y el bienestar social

…angustia de separación. La vocalización y agitación son inmediatas y reflejas, aparentemente como respuesta a la activación de circuitos neurales innatos en el sistema límbico. La necesidad del animal de recobrar la seguridad y el bienestar en el seno de su familia, se ha dicho, es más fuerte aún que necesidades físicas básicas resultantes de la privación de alimentos o de agua.

Las pruebas de un vínculo entre las endorfinas del cerebro y el concepto de bienestar social comenzaron a surgir en 1978 a partir de experimentos del psicofisiólogo Jaak Panksepp. Cuando se administró morfina a cachorritos de perro y a conejillos de Indias, acusaron menos inclinación a lanzar chillidos al ser separados de sus madres: se reducían los síntomas de la angustia de separación. Sin embargo, estos animales no se mostraban aletargados como consecuencia de la morfina: sencillamente, se comportaban de la misma manera que antes de la separación. Era como si el opiáceo actuara como equivalente farmacológico de la presencia materna. La naloxona, por el contrario, aumentaba la frecuencia de los chillidos ante la separación. Esta efecto opuesto de la naloxona señalaba el papel de las endorfinas en esta conducta crítica de vinculación social. Ninguna otra droga o péptido podía producir efectos más poderosos que los opiáceos en la conducta de angustia por la separación.

Panksepp demostró que estos efectos de los opiáceos no se circunscribían tan sólo a los mamíferos…..también se veía en los pollitos…..Una vez más se interpretó que los opiáceos habían actuado de manera tal de brindar una suerte de consuelo social ante la separación de la madre.

La influencia de las endorfinas sobre la conducta social puede verse en la entera gama del desarrollo social. Parece iniciarse prácticamente desde el nacimiento.

Hay, de hecho, una endorfina recientemente descubierta en la leche misma, denominada casomorfina que podría reforzar aún más el vínculo de la madre con la cría durante el acto de alimentarla.

Panksepp descubrió también una conexión con las endorfinas en la conducta del juego social…..el efecto de las endorfinas sobre el juego social constituye una de entre una serie de influencias que cumplen un papel clave en los aspectos sociales del desarrollo animal. En su opinión, las endorfinas han evolucionado en el sistema límbico con el fin de posibilitar la seguridad y el bienestar dentro de la familia de mamíferos. Panksepp ha propuesto la teoría de que habría tal paralelo entre el bienestar social y la angustia de separación, por un lado, y el bienestar inducido por el opio y la angustia producida por la abstinencia, por el otro. Los dos fenómenos parecen compartir los mismos sustratos neuroquímicos en el cerebro del mamífero. Cuando los niveles de endorfina son bajos, hay, desde su punto de vista,  una tendencia innata a buscar estimulación social. Estos estímulos sociales conducen entonces a liberar endorfinas, lo cual no sólo reduce la angustia de separación sino que también produce un refuerzo o recompensa por las conductas de interacción social. “La semántica de la pérdida social es la semántica del dolor. Duele perder a un ser querido y lloramos. La separación social hace que los animales jóvenes sean más sensibles al dolor, y entonces emiten chillidos”.

En la especie humana, la experiencia del vínculo y el bienestar social se asocia inevitablemente con la euforia del afecto, la intimidad y el amor humanos. El lema “los abrazos son mejores que las drogas”…….refiere a una verdad básica de nuestra evolución. Uno puede sentir la liberación propia de un sistema de opiáceos a través de actos que brindan bienestar social o amor, o por opiáceos exógenos, procedentes del exterior. Esta posible comparación puede verse como consecuencia de un importantísimo hecho evolutivo, el desarrollo del sistema límbico, que hace muchos millones de años apartó al organismo del stress negativo de la pura supervivencia y lo impulsó hacia las placenteras emociones y el stress positivo que servirían para reforzar las características  de las conductas de un ser social.

Experimentamos placer al sentir que somos parte de una entidad más vasta que nosotros mismos. Nos sentimos seguros en nuestros lazos familiares, y en nuestro sentido de vinculación con grupos definidos según lineamientos sociales, políticos y culturales. Somos capaces de sentir el amor de otros y hacerlo recíproco. Para la mayoría de nosotros, el mecanismo evolutivo del refuerzo social ha funcionado bien, guiado por la hipótesis de ese equilibrio de sistemas de endorfinas en el cerebro. Para algunos de nosotros, sin embargo, este equilibrio se ha trastocado, y las conductas aberrantes resultantes representan a un organismo que se aparta del curso de su evolución mamífera.



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