La vida alrededor José Ortega Gasset

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La Mirada:

El Público de El Espectador es un público de «amigos de mirar». Un mirar que es un leer entre líneas, un saber ir al fondo de las cosas. Se contrapone al idealísimo, el que las cosas fueran como quisiéramos, y al utilitarismo, el que fueran según nos conviene. Al Espectador le mueve un afán de respeto y de verdad respecto a las cosas. Pero no tiene un carácter pasivo, sino más bien interactivo. La verdad se nos ofrece siempre en una perspectiva. Ésta es la forma en que la realidad se nos aparece y nuestro punto de vista sobre ese aparecer.

Ortega afirma que si la vida consiste en un haz de relaciones, que vivir es con-vivir, la forma de conocimiento tiene que estar adecuada a ello, es decir , que el punto de vista del individuo implica una pluralidad de puntos de vista, porque , citando a Goethe, sólo entre todos los hombres se puede vivir lo humano.

El tema, tarea, misión de Sócrates, consistía en reducir la vida a la razón, el tema de nuestro tiempo, tarea, misión de Don Juan, es el de reducir la razón a la vida. O en palabras de Ortega: «La razón pura tiene que ceder su imperio a la razón vital»

En esta expresión «razón vital» se encierra la doctrina de Ortega conocida como «raciovitalismo». El método de Ortega es siempre un método sintético, a través del cual intenta superar las antinomias. Hacer la teoría de la vida significa encontrar la vida de la teoría. La vida de la razón la encontramos en la razón misma de la vida. Pero la expresión razón vital tiene un sentido todavía más profundo: la vida siempre tiene razón, es decir, que no sólo podemos dar razón de ella, hablar, sino que ella siempre tiene razón, aludiendo a otro tipo de razón distinta y superior a la facultad de conocimiento. «…cada vida es un punto de vista sobre el universo…». La perspectiva es el modo como vemos la realidad dependiendo de nuestra situación, de nuestra constitución y de nuestros intereses, pero también es el modo como se organiza la realidad para ser vista teniendo en cuenta lo anterior. La perspectiva es, pues, la muestra del carácter interactivo del Espectador, el modo de ser en la circunstancia.

La nueva sensibilidad:

La perspectiva generacional de Ortega sobre el siglo XX y sobre España se traduce en lo que el llama la «nueva sensibilidad». Es el modo de «estar a la altura de los tiempos». Se trata pues , no sólo de una cuestión de ideas y de teorías, sino de algo más amplio que lo abarca, de estética, y por eso quien se hace eco de ello es lo que Ortega llama «el nuevo arte» La convicción de Ortega de que la estética es una cuestión política se traduce en el enfoque social que hace en ese fenómeno del arte nuevo y que no deja de tener vigencia: se trata de un arte que por su propio carácter de ruptura con el romántico en el que hemos sido educados divide al público en dos, en lo que lo entienden o no. Para Ortega el público sólo entiende aquello con lo que se puede identificar e intervenir sentimentalmente, es decir, un arte humano, que expresa sentimientos humanos y que es entendido en la medida en que es «sentido» y el contemplador identifica en la realidad aquello cuya ficción se expone en la obra. Se trata de un arte cuya medida de entendimiento es el sentimiento que despierta. La obra no interesa en cuanto tal, sino por el goce narcisista que procura. Cuando la obra se vuelve opaca y reclama la atención por ella misma, el público se siente rechazado, no la entiende y la rechaza. Entonces se produce el fenómeno definido por Ortega como «la deshumanización del arte.» Fenómeno ambiguo, pues pretende ser la descripción de un estado de cosas, y otro lo interpretan como una defensa de las mismas. La teoría de la perspectiva se desarrollaría ahora en la pluralidad de los lenguajes del arte (no reducida únicamente al lenguaje simbólico). Exigiría el respeto a la individualidad de la obra, la necesidad de aprender su lenguaje, para en ese aprendizaje de Babel intentar reconstruir la complejidad de ese mosaico que es nuestro mundo.

El amor en Ortega es una forma suprema de interés, de atención que lleva a destacar uno u otro de los aspectos del objeto amado. Desde su primer época afirma que el amor mantiene unidas las cosas del universo, que es la articulación de las cosas. El amor es un modo de ser, de estar y de ver las cosas. Pero el amor es también un imperativo de excelencia. Se trata de un imperativo vital, es ese deseo platónico de engendrar en la belleza, en la excelencia.

El amor configura un modelo de existencia guiada ya no por imperativos éticos normativos, sino por imperativos vitales. Es lo que Ortega ha denominado el ideal de la salud. Ideal que se extiende a todos los ámbitos, el primero de ellos es la social.

Ortega hace una crítica a las denominadas «éticas mágicas», las éticas del deber ser. Un ejemplo es la kantiana con su «debes luego puedes». La ética según Ortega no está fundada en el deber sino en el poder ser de la capacidad y el tener que ser de la vocación. El punto de partida es lo que somos, porque es la base de lo que podemos ser, y luego esta ese imperativo de la excelencia, personal e intransferible, que se concreta en la vocación de lo que tiene que ser cada uno. Ésa no consiste en la sustitución de lo que somos por lo que debemos ser sino en su potenciación. El ideal debe salir de lo real, de su perfeccionamiento, no su aniquilación.

Ortega confiesa que el mismo ha estado preso durante años de ese idealismo ético del deber ser. Ahora el ideal social no está en la moral y en la justicia, sino en algo anterior y básico: una sociedad tiene que ser sana antes que justa. Tiene que estar vertebrada en minorías dirigentes y masas que obedecen. Tiene que ser aristocrático o no es sociedad. En una sociedad desmoralizada, o de baja moral, en baja forma, Ortega recomienda la moral del deportista, el estar en forma. EL deportista auténtico se obliga a sí mismo (no le obliga nadie) a una vida de esfuerzo que no tiene otro objetivo que la propia excelencia.

Vivir significa no renunciar a nada, pero estableciendo una jerarquía entre las cosas. Implica el tomarse la vida, pero también el tomarnos de vez en cuando vacaciones existenciales…de nosotros mismos.

El enfrentamiento de Ortega con la dictadura de Primo Rivera culmina en el viaje de Ortega a la Argentina y a la vuelta se desencadenará todo el proceso de ruptura y expulsión de la Universidad.

Meditaciones de nuestro tiempo

En la Argentina de una serie de conferencias en la Asociación de Amigos del Arte con el título «Meditaciones de nuestro tiempo» El diagnóstico que hace allí Ortega es que nuestro tiempo es un tiempo de jóvenes y de masas. Nuestro siglo se distingue por un culto al cuerpo y a la juventud. Antes se quería cuanto antes parecer y ser «mayor», ahora no, y se huye de ello disimulándolo.

El análisis orteguiano tiene doble filo. Por una parte, Ortega siempre se ha dirigido prioritariamente a los jóvenes como depositarios de sus esperanzas de futuro. Pero ahora no deja de mirar con preocupación este tiempo de jóvenes. Por lo pronto son herederos despreocupados y desagradecidos de generaciones (y se refiere a la suya) que no tuvieron juventud. Este rasgo, el de los herederos, usufractarios de una vida sin esfuerzos, es lo que les convierte en «señoriítos satisfechos», en uno de los prototipos del hombre masa.

El hombre masa no pertenece a una clase social, sino que se da en todas, porque se trata de una clase de hombre y no de una clase social.Colaboradora: Diego Martini

Tema: Sociedad
Fuente: La vida alrededor José Ortega Gasset (1998)
Autor: José Luis Molinuevo



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