Estalla la burbuja apícola

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Un zumbido intenso, infinito y lejano es la melodía celestial que recibe al visitante en la finca municipal de La Tercia (Murcia) y le anuncia que las reinas de la polinización, las abejas melíferas, están en plena actividad. Al fondo, un cuco da la hora oculto en la copa de un pino. Son las once de la mañana y cientos de miles de obreras pecorean -recogen polen y néctar de las flores- sin descanso. Estamos en un terreno libre de caza, reserva para los caracoles y refugio para la fauna silvestre de propiedad pública, que, mediante un convenio con el Ayuntamiento de Murcia, gestiona la Asociación para la Custodia del Territorio (Acude) para recuperarla ambientalmente. Cincuenta hectáreas de campo que están recobrando la vida que llegaron a perder. Precisamente esta asociación, con el apoyo del Ayuntamiento de Murcia, es la que ha apostado por hacer de la apicultura una herramienta más para contribuir a la restauración de este territorio, antiguos cultivos abandonados en los que la erosión ha ido haciendo mella, al tiempo que contribuye a la conservación de la abeja melífera y al fomento de la apicultura regional.

A reforestaciones con especies autóctonas, siembras para garantizar la alimentación de la fauna silvestre, señalización y adecuación de edificaciones que estaban en ruinas para favorecer la presencia de mochuelos, lirones, collalbas negras, golondrinas o salamanquesas, por poner un ejemplo, se suma ahora un ejército de abejas afanadas en llenar sus colmenas de rica miel, nutritivo polen y antiséptico propóleo. Están en temporada alta de producción y estos trabajadores animalillos no pierden ni uno solo de sus valiosos segundos, mientras el sol las caliente e ilumine y haya flores que libar.

En cifras

100.000 colmenas hay censadas en la Región, según la Asociación de Apicultores; y entre un 3% y un 4% más sin censar, estiman.
600.000 kilos de miel producen las colmenas de los apicultores de la Región en un año normal.
50.000 abejas suele tener una colmena.

Ana Marín y Cristóbal Martínez, apicultores de Caravaca y propietarios de Miel Fuente Marqués, llevan 15 años al frente de su particular y numerosísimo ‘rebaño’ de unos 90 millones de cabezas, que distribuyen ahora por la geografía regional en busca de flores de azahar y romero. Pertrechados de trajes y armados de ahumador a base de pinocha y espliego -para calmarlas-, los apicultores se aproximan a repasar, cuadro a cuadro, las 150 colmenas para ver si ya tienen miel y para enjambrarlas. «Si hay mucha gente en la misma colmena, se marchan y se hacen ‘salvajes’. Así que, si son muchas, les ponemos otra casa para que, con el nacimiento de una nueva reina, la mitad de la colmena no se vaya con la vieja», explica Ana, enamorada de sus melíferas, a las que califica como «animales sorprendentes».

«Se ha producido un 50% más de mortandad de abejas por fumigaciones, todas en zona de cítricos»

Son muy organizadas y trabajan mucho. La reina vive unos cuatro años y puede poner 2.000 huevos al día. La celda en la que pasa su fase larvaria es más grande y abultada que la del resto y se alimenta de jalea real. El primero al que sacan adelante es el zángano, para garantizar su supervivencia; es el macho que fecunda a la reina y a la que esta mata después. También su celdilla es distinta, algo más abultada que las de las obreras, pero de igual forma, hexagonal. Ambas, obreras y zánganos, pueden vivir unos 30 días, 45 en invierno, «que trabajan menos», apunta Ana Marín. Y añade: «Mira que limpias son -dice señalando a una que, con esfuerzo ímprobo, levanta el cadáver de una de sus hermanas para arrastrarlo lejos de la entrada a su colmena-. Está limpiando la puerta de su casa. A veces se te cae el alma al suelo». Lo dice porque precisamente el suelo que pisa está alfombrado de cadáveres de obreras, aunque, esta vez, Ana considera las bajas dentro de lo aceptable. «Eso es porque han fumigado los cítricos», afirma sin sombra de duda. «Y eso que, durante la floración, está prohibido», se queja Cristóbal Martínez. Sin embargo, no lo denunciarán. «Tenemos muchos problemas para encontrar agricultores que nos dejen poner las colmenas y no queremos tener más follones».

Precisamente, la fumigación es la principal amenaza a la que se enfrentan las abejas, y el resto de polinizadores, en serio riesgo de supervivencia. «El uso incontrolado de fitosanitarios es el mayor problema y este año ha habido un repunte de casos de intoxicación, un 50% más que el año pasado, todos en zona de cítricos. No sé si es que este año hay más pulgón o alguna plaga», comenta Carlos Zafra, veterinario de la Asociación de Apicultores de la Región. Y recuerda que una orden regional prohíbe fumigar en época de floración para no aniquilar a las abejas y al resto de insectos polinizadores. Y, si la necesidad es extrema, se puede hacer por la noche, para no perjudicarlas, o con productos que sean inocuos para ellas. Sin embargo, lamenta, la mayoría de los agricultores ignora esta normativa y, por desgracia, «ni el propio Seprona la conoce».

No obstante, explica Zafra, «aunque, por lo general, los apicultores no denuncian, porque tienen miedo a tener problemas, este año se han presentado 4 denuncias, porque han muerto más de la mitad de las abejas de sus colmenas». Y cuenta que, en Corvera, los insecticidas aniquilaron casi completamente las 200 colmenas de un apicultor. Pero, reconoce, «cada vez que un apicultor denuncia, la Consejería de Agricultura envía a los técnicos para tomar muestras de las abejas y de los frutales. Se lo toman en serio». Aunque no tiene constancia de que se haya impuesto ninguna sanción por estas malas prácticas, afirma.

Igualmente, alaba la conducta de los agricultores de los frutales de hueso, donde están más concienciados con el beneficio que las abejas producen a sus cultivos, tanto que pagan a los apicultores por instalar sus colmenas en los campos, como ocurre con los melonares.

La alta mortalidad de abejas por la fumigación de cítricos se suma en esta primera cosecha, a punto de recogerse, a las esperadas pero inoportunas lluvias de Semana Santa. «Es lo peor que le puede pasar a un apicultor, que llueva cuando está ya la floración. Porque el agua lava el néctar de las flores y hunde la cosecha. Este año, la producción de miel de azahar será de entre el 10% y el 20% de lo habitual», cuantifica el veterinario de los apicultores. «Quien recoge una campaña normal 3.000 kilos, este año no obtendrá más de 500», ejemplifica. Y eso, pese a que, en los últimos cinco años, el censo de colmenas de la Región se ha incrementado un 20%.

Un pinchazo irreparable

Durante lo más duro de la crisis, se convirtió en un sector refugio y muchas personas, que se dedicaban a la construcción o a otras actividades productivas que decrecieron, se metieron a apicultores. «El sector sufrió un ‘boom’ y los precios de la miel llegaron a niveles muy altos. En 2016, se llegó a vender la miel de azahar, la más cotizada, por 4,8 €/kg. al por mayor», detalla Zafra, que marca esa inflación como la causa de la pérdida de buena parte del mercado europeo, Francia y Alemania sobre todo, que comenzaron a importar miel de Brasil y México. Una circunstancia que mantiene hoy en los almacenes de los apicultores, pendiente aún de su venta, el 50% de la cosecha de 2018. Y, vaticina Zafra, la de 2019 tiene las mismas perspectivas.

A estas nuevas importaciones de miel de Latinoamérica se suma la llegada masiva desde Europa del Este y, sobre todo, China que, más allá de una supuesta adulteración «imposible de demostrar por el momento», constata Zafra, ha tirado los precios. «Ahora, la miel de azahar no la quieren y, si la venden, es por debajo de 2,70 €/kg., cuando su coste de producción en España oscila entre los 2,60 y 2,80 €/kg. La burbuja apícola ha reventado y el sector ya sabía que iba a ocurrir, porque una familia ha llegado a vivir con solo 100 colmenas. Y, ahora, muchas explotaciones familiares pueden caer por toda Europa, con la desventaja añadida de que en España apenas hay demanda interna», razona el veterinario de los apicultores regionales.

Aumentar la demanda interna

Y propone como posibles soluciones dar a conocer la miel de producción propia para fomentar el consumo interno, mucho más elevado en países como Italia o Portugal. «Es un producto muy desconocido, pero quien prueba una miel de verdad, repite», afirma convencido. Y añade la necesidad de establecer un etiquetado «transparente», que permita conocer al consumidor el verdadero origen de la miel. Aunque, apunta, «la solución real para las mieles españolas sería prohibir la ultrafiltración. Actualmente, los procesos de filtrado que se aplican en mieles procedentes, por ejemplo, de China, eliminan la presencia de polen en suspensión y, por tanto, la posibilidad de conocer su origen real mediante análisis. Con lo que, si le añaden miel española, la pueden vender con el etiquetado de producción nacional».

A las fumigaciones indiscriminadas, muchas veces con el objetivo tácito de eliminar a los insectos para evitar las polinizaciones cruzadas entre cítricos sin pepitas y con pepitas que hagan perder valor a la cosecha, se suma la varroa. Un ácaro que se ha convertido en plaga y al que beneficia la subida de temperaturas que ha traído aparejada el cambio climático. Tratadas con productos a los que la varroa se hace inmune progresivamente, Carlos Zafra confía en que el buen manejo y tratamientos como el ácido sálico permitan mantener en un futuro a la varroa controlada. «Para evitar que siga reproduciéndose, hay que conseguir que las colmenas entren en invernada y en parada de cría para que, junto con las abejas, la varroa deje de reproducirse», detalla Zafra. Y celebra que este año, por primera vez, alguna de las grandes explotaciones regionales ha adoptado técnicas de manejo con buen resultado, como retirar las crías de reina o enjaular a estas para evitar su reproducción. «Este es un gran avance y el futuro de la apicultura. Quien espere la molécula mágica que acabe con la varroa, está muy equivocado», concluye Zafra.

Por último, cita la avispa asiática como una amenaza en ciernes. A esta zona, confirma, aún no ha llegado, pero en el tercio norte peninsular «va mal y está bajando por Portugal. La pregunta es si se aclimatará a esta zona», plantea. Y asegura que, desde la asociación de apicultores y Coag-Murcia, llevan dos años dando formación para que se sepa identificar este agresivo insecto y cómo combatirlo para estar preparados, «porque allí donde llega aniquila las colmenas y es también un problema de salud para la población».

1.000 colmenas en territorio Acude

Con el objetivo de contribuir a la conservación de la amenazada abeja melífera y de la apicultura local, la red de propietarios de Acude colabora desde hace una década con este sector. «Tenemos hasta 1.000 colmenas dentro de la red. Así, conseguimos facilitar la polinización de la flora silvestre y se colabora con la polinización de los cultivos del entorno, prestando un servicio complementario a los agricultores». Por eso, asegura el portavoz y secretario de Acude, Juan Luis Castanedo, «no se entiende cómo pueden fumigar durante la floración».

Esta red presta un importante servicio a la apicultura local que, como explica Carlos Zafra, veterinario de la Asociación de Apicultores de la Región, «es totalmente trashumante, ya que en verano hace demasiado calor en Murcia para ellas». Esta circunstancia supone una desventaja para el sector regional, que se enfrenta a normativas autonómicas muy restrictivas y que impiden la libre circulación de colmenas, mientras en la Región no hay limitaciones para apicultores de otras comunidades. «Esto nos obliga a emplear cuantiosísimos recursos en realizar expedientes para que autoricen a nuestros apicultores a llevar sus colmenas a otros territorios. Hoy, por ejemplo, hemos hecho 22 expedientes de 15 folios cada uno para eso». Y exige que se tomen medidas: «Todas las comunidades protegen a sus apicultores, menos la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia», denuncia.

Fuente: https://www.laverdad.es/nuestra-tierra/naturaleza/estalla-burbuja-apicola-20190507010208-ntvo.html



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