El cerebro caliente y frío

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Arthur Koestler

UNA MÁQUINA PASMOSA  

Arthur Koestler ha asegurado que los pesares del hombre se deben al enorme desarrollo del cerebro frío, al exceso de razón, no a su escasez. Piensa que el neocórtex desarrolla algo bueno hasta límites absurdos, como los dinosaurios, y sella nuestro destino. Indica que los problemas humanos se generan de la búsqueda de propósitos, intelectualmente impuestos, a expensas del sentimiento. Estamos dispuestos a encarcelar, torturar y matar con tal de implantar nuestras doctrinas e ideologías. Opina que, si concediéramos más libertad a nuestros sentimientos, retrocederíamos aterrados ante esos actos inhumanos. Ruego que se me permita discrepar por completo de esta opinión. Creo que nuestro cerebro caliente, lleno de poder, esclaviza al frío, que ingenia muy sumiso proyectos y armas con que alcanzar sus fines. Koestler da por sentado que las “emociones del caliente serian amistosas y cooperativas si se hallase exento del dominio cortical”. La solución, si es que la hay, seria solo modificar las exigencias del cerebro caliente orientándolas en dirección mas pacifica y comunitaria . El hecho de que la destrucción de la glándula pineal, situada en el cerebro medio, prive a los animales de la agresividad, da cierto motivo para suponer que esa modificación resulta posible. La agresión tiene base químicaTal vez se logre la respuesta gracias al mejor conocimiento de la alquimia cerebral.

He presentado el cerebro como si poseyera dos únicos niveles, pero el neurólogo estadounidense Paul McLean le asigna tres, a los que da los pintorescos nombres de Imagen Grabada, Leteo y Gurú: el primero concierne al pasado, el segundo al presente y el tercero al futuro. Sin embargo, piensa en términos evolutivos mas que estructurales. Hay al principio el cerebro de reptil, que obra por instinto, de acuerdo con la sabiduría acumulada de lo pretérito; luego el cerebro sencillo de mamífero, que reacciona a las situaciones presentes; y, finalmente, el cerebro humano, capaz de planear lo venidero, esta concepción es muy plausible, pues nuestra corteza se ocupa no sólo del análisis cuidadoso de lo que acontece, sino también de las esperanzas y probabilidades.

Ha llegado el instante de acercarnos más al “cerebro caliente”, núcleo de nuestro ser. El investigador J.W.Papez conquistó puesto eterno en la historia de la neurología cuando tuvo la aguda ocurrencia de que las distintas estructuras, de extraña configuración, existen debajo del tejido cerebral, forman un conjunto coordinado al que  lo llamó “sistema límbico”. Nada se pudo averiguar sobre ellas hasta que se desarrollaron técnicas de registro eléctrico y de penetración con agujas finísimas. Y bien que continúen siendo en buena parte misteriosas, ciertos rasgos generales de sus funciones principian a salir de las tinieblas.  

EL PLACER CIEGA CON LAGRIMAS

ESTADOS INUSUALES DE CONCIENCIA  

Se ha reconocido, desde que aquel ser humano se convirtió en especie concreta, la existencia de estos anormales o inusitados estados de conciencia. El sueño, la pérdida de sentido, las fases de confusión y la demencia se apartan de lo normal, de lo que todos tenemos cierto conocimiento. El trance, la posesión y la hipnosis se reconocen como poco comunes, a pesar de que muchísimas personas no lo han presenciado personalmente. Y es bien sabido que las drogas alteran la conducta y la experiencia subjetiva de bastantes formas y en grados variables. La diferencia estriba en que todos esos estados -salvo, quizás, el sueño- se han considerando anómalos y, por lo general, indeseables. Cierto, el trance de los médiums y la posesión religiosa son la meta de algunos individuos que tienen fines especiales, aunque poquísimos ansían permanecer en ellos durante mucho tiempo.  

MEDITEMOS TODOS  

El autor anónimo de The Cloud of Unknowing (La nube de la ignorancia), tratado místico del siglo XIV, da las instrucciones siguientes para producir el trance religioso: “olvida todas las criaturas que Dios hizo y sus obras, con el fin de que tu pensamiento o tu deseo no se dirija o extienda a ellas, ni en general ni en particular…. La primera vez que lo hagas, no encontrarás más que oscuridad, como si fuera una ignorancia, de la que no sabes nada, salvo que sientas en tu voluntad un propósito desnudo de ir hacia Dios… . Hiere tú la espesa nube de la ignorancia con el dardo afilado del amor.”  

En el lenguaje de la psicología moderna: sofoca todas las funciones cognoscitivas y afectivas. Y, en efecto, los estudios psicológicos efectuados recientemente sobre el estado de meditación prueban un decrecimiento de los sistemas excitante u autónomo. El ritmo del corazón y la respiración decrecen; la resistencia de la piel disminuye. La frecuencia respiratoria se significa por la sincronización corriente cuando suceden muy pocas cosas; pero, al cabo de un rato, se producen estallidos del ritmo theta, cuyo significado no se comprende bien. Es de presumir que se trata del instante en que la oscura nube de la ignorancia se transforma en experiencia mística.

La meditación de los místicos orientales tiene sorprendente parecido con el estado que acabo de describir, pero carece del “propósito desnudo de ir a hacia Dios”, al menos hacia una deidad personalizada y específica del tipo cristiano.

Suzuki, maestro del budismo zen, describe “la experiencia del vacío” de modo no muy distinto a la “nube de la ignorancia”. “Todas las cosas tienen carácter de vaciedad. Carecen de principio y de fin, son impecables e impuras, ni perfectas ni imperfectas. Por consiguiente, oh Sanputra, en esta vaciedad no hay forma, percepción, nombre, conceptos o conocimiento. No hay ojo, oído, nariz, lengua, cuerpo o mente. No hay forma, sonido, olor, sabor, tacto ni objetos… . No hay conocimiento, ignorancia o destrucción de la ignorancia… No hay ni decadencia ni muerte”. Y concluye con una afirmación tajante: “Cuando se aniquilan los obstáculos de la conciencia, queda libre de todo miedo, se encuentra más allá de la esfera del cambio, y disfruta del nirvana definitivo.” Se convierte, en suma, en un vegetal. 

VUELTA AL PRINCIPIO

ESTADOS INUSUALES DE CONCIENCIA  

evolución en el sentido de la complejidad. Con ello hubo una transferencia de las actividades reflejas e instintivas a las proyectadas y conscientemente dominadas. El pájaro construye su nido según el modelo común a todos los miembros de su especie, pero el hombre traza el plano de su casa y la edifica para satisfacer sus caprichos personales. Hay, no obstante, una teoría contraria, que vislumbró apenas Hughlings Jackson en tiempos de Darwin, desarrollaron Freud y otros, y reformuló con detalle (como mencioné por encima en el capítulo 3) Paul McLean en el decenio de 1960, conforme a la cual el cerebro se desarrolló en cuatro fases distintas.

Como McLean explica, en la primera, la de los reptiles, no han aparecido aún las emociones tal como las conocemos; solo hay impulsos sencillos para satisfacer las necesidades inmediatas. Desde el punto de vista del conocimiento, no existe comprensión del pasado y el futuro; todo se hace sobre la base del “aquí y ahora”. La conducta resulta precipitada y mudable. (Existen otros rasgos de los que no es preciso tratar en este momento). La fase segunda, la del cerebro del paleomamífero, abarca la mayor parte de los sistemas subcorticales mencionados antes. La cólera y el miedo emergen como emociones. La percepción tiene cualidad de ensoñación. El comportamiento ya no se rige férreamente por el instinto y las respuestas son menos automáticas e inmediatas. La fase tercera, la del cerebro de los neomamíferos, se funda en la corteza cerebral. El mundo externo se analiza de modo mucho más detallado, las acciones son más complicadas, y las acciones se proyectan de una manera cada vez más amplia. Por último, en la cuarta fase, un hemisferio se especializa en los símbolos, sobre todo el lenguaje y el habla. Desde luego, estas cuatro etapas no se reemplazan una a otra en un pestañeo, sino que son los períodos en que se produce el desarrollo. Además, las estructuras anteriores persisten; pero hay una transferencia de funciones de las más antiguas a las nuevas, o, al menos, se supone de esta manera. Así se advierte con claridad en el caso de la visión, de la cual se cuida el tálamo en la fase segunda y se cede a la corteza visual en la tercera.

Helen, el mono de Nick Humphrey, probó la recuperación de la visión talámica cuando la cortical resultó imposible, y, por consiguiente, que las estructuras más primitivas retienen la capacidad funcional o potencial, aun cuando hayan sido relegadas. Probablemente modifican sus funciones al ser superadas y permanecen en estrecha relación de funcionamiento con las más nuevas. No estriba, pues, tanto en una sustitución como en la adición de refinamientos y una especialización más pormenorizada de las subestructuras. Este proceso se inició cuando  criaturas rudimentarias como el anfioxo o pez lanceta -animal marino semejante a un gusano en forma de aguja, con los dos extremos iguales-, se transformaron en otras dotadas de cabeza con ganglios nerviosos. El constante traslado de las funciones de control hacia un cabo del cuerpo, o encefalización, persistió durante la historia evolutiva, y la diferenciación de las nuevas estructuras cerebrales representa, sencillamente, su último capítulo.

Estos hechos nos preocupan el fondo requerido para contestar de manera más precisa esta pregunta: ¿Donde se localiza la conciencia?La respuesta es:  la conciencia no consiste algo preciso, sino en una gradación, que se distribuye a través de estructuras niveladas. Y cuando se anulan sus espacios más altos, con drogas, lesiones o autoinhibición, los más bajos continúan siendo funcionales.

Aquí precisamente la historia se hace aún más interesante. En el desarrollo del individuo (ontogenia) se encuentran los mismos estadios que en el evolutivo de las especies (filogenia). Ernst Haeckel, biólogo del siglo XIX, partidario entusiasta de las ideas de Darwin, declaró que la filogenia repasa la ontogenia: que todas las criaturas recapitulan su historia evolutiva. Esto, que fue una simplificación exagerada, encierra un núcleo de verdad. Es algo muy extraño. Implica, por decirlo así, la existencia de una crónica racial en (presumiblemente) los genes. Y no sólo una memoria, sino una necesidad férrea que, por ejemplo, causa que todos los hombres tengamos branquias rudimentarias en un período  de la vida embrionaria, como si en él esperásemos convertirnos en peces.

Aplicando esta noción al desarrollo del cerebro, podríamos suponer que el ser humano en formación exhibirá por lo menos algunos paralelos con las etapas primitivas de la aparición de la conciencia en la fase cuarta. Y así acontece. El nene carece de noción del pasado y el futuro, mama y se ase por instinto, apenas establece distinción entre él y el medio ambiente, etc.. “La presentación límbica” refleja la fase segunda: aunque más perceptiva del yo con el bebé, apenas proyecta y concede poca atención al pasado. Y hace pocas abstracciones, aunque la corteza cerebral le presente con detalles precisos el mundo exterior. Muchas personas se acuerdan de que en su infancia, los colores eran más vivos, las experiencias más intensas y emocionantes y la fantasía más rica, no porque, como a veces se dice, el mundo fuese entonces nuevo, sino, porque el futuro de la vida estaba en el sistema límbico más que en la corteza.  

Y ahora podemos introducir otra idea germinal: la de la regresión. Freud y los psicoanalistas que le siguieron han explotado el principio de regresión a tipos infantiles de conducta, e incluso a un estado semejante al uterino, como respuesta a la tensión. Se ha notado con frecuencia que los individuos se portan de manera más primitiva en situaciones críticas. La multitud espantada corre sin reflexionar en busca de salvación. O expresa su miedo y odio en linchamientos, sin medir las consecuencias. Hoy en día se ha comprobado que la idea, más bien imprecisa, de Freud – mera descripción de la conducta- tiene sólida base neurofisiológica, incluso puede demostrarse: este género de comportamiento primitivo persiste incluso en los contados casos en que se han eliminado a  un hombre los dos hemisferios cerebrales. Y muchos aspectos de la conducta esquizofrénica se explican en estos términos.

En el experimento de Deikman sobre la meditación, que se ha descrito unas cuantas páginas más atrás, vemos cómo la regresión sucede a la segunda fase; los colores se abrillantan y un sujeto no logra analizar lo visto por la ventana, lo que interpreto como la interrupción de la visión cortical mediata en favor de la talámica. Dijo más bien incoherentemente: “ No sé como explicarlo. Está esparcido … La vista no se organizó. No había planos uno detrás de otro. No había respuesta a ciertos modelos. Todo actuaba con la misma intensidad … como la pintura mala … No vi su orden o su estructura o lo que fuere, y no logré imponerla. Se resistió a mi esfuerzo por establecer un patrón”.

Terminaré este capitulo con una pregunta que no sé contestar. La experiencia mística que nos proponen todas las religiosas del Extremo Oriente – el cristianismo siempre ha sidoambivalente en este sentido-, supone un rechazo del gran proceso de encefalización al que la evolución se ha consagrado. Exige la regresión al punto de partida ¿Es, por lo tanto, toda la evolución de un movimiento que se aleja de la perfección ? ¿Están equivocada nuestra ambición de más inteligencia, percepción más delicada y conocimiento más agudo? ¿O lo erróneo es la regresión? ¿El estado místico o nirvana reniega de cuanto ha conseguido la evolución en dos mil millones de años? ¿O podemos tener lo mejor de ambos mundos?  

CONCLUSION

YO SOY YO  

El concepto de regresión en esta escala nos ayuda a comprender la conducta de las multitudes. La influencia del canto y la oratoria emocionante suprime la función cortical, y los individuos retroceden a un nivel representativo límbico, en el que los miedos y apetitos descarnados se transforman en motivos dominantes y las consecuencias se pierden de vista. Esto ocurre en un linchamiento o en una de las reuniones multitudinarias de los nazis. Asimismo, desde luego, en las tendencias religiosas del “despertar”, a pesar de que en ellos los motivos éticos sean superiores.

Al nivel límbico, puesto que se debilitan los límites del ego, se fortalece el sentimiento de solidaridad del grupo. El antropólogo Lévy-Bruhl opinaba que muchos pueblos preliterarios tiene indecisos los límites del ego y, por ello, se identifican con su clan con más fuerza que los más cultos. La gente, entonces – puede presumirse – no ha avanzado más allá de las fases límbicas del desarrollo.



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