Con Gabriel de Erausquin, sobre la esquizofrenia

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Esquizofrenia
Con Gabriel de Erausquin, sobre la esquizofrenia 
Autor: Dr. Gabriel de Erausquin
Fuente: www.elsemanaldigital.com 

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Con Gabriel de Erausquin, sobre la esquizofrenia
El profesor argentino, formado y ejerciente en los centros estadounidenses más avanzados en esta enfermedad, responde un amplio cuestionario que deshace muchos tópicos y estigmas.
Gabriel de Erausquin ha mantenido a lo largo de más de quince años una gran continuidad en la investigación de ciertos aspectos básicos de la esquizofrenia y ha descrito algunas formas de muerte celular previamente no conocidas. Recientemente la Fundación Phillip Morris le ha concedido una sustanciosa beca que le va a permitir estudiar ciertos aspectos neurológicos de la esquizofrenia en pacientes no tratados. A pesar de sus múltiples responsabilidades investigadoras y docentes sigue viendo multitud de pacientes esquizofrénicos en el centro de San Luis (Missouri).

Profesor De Erausquin, ¿cómo podríamos definir la esquizofrenia?

La esquizofrenia es una enfermedad del desarrollo normal del cerebro que se manifiesta en tres dominios del comportamiento. Durante la primera infancia causa problemas en la coordinación del movimiento y demoras en la adquisición de habilidades motrices propias de la edad. Durante los años de escuela impide la sociabilización normal y puede socavar el rendimiento académico. Por último, durante la adolescencia y la juventud, precipita los síntomas de psicosis, que causan un deterioro catastrófico de la capacidad funcional. Las manifestaciones más frecuentes de la psicosis son las alucinaciones, los delirios y la desorganización de la conducta.

¿Es la esquizofrenia una enfermedad frecuente?

Es tan frecuente que de acuerdo a algunas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud tiene un impacto económico mayor que el de la parálisis total por lesiones de la columna vertebral (como el notorio caso del actor Cristopher Reeves, o el más reciente del entrenador del Once Caldas de Colombia). En la mayoría de los países estudiados afecta al 1% de la población, con muy pequeñas variaciones de estudio a estudio, pero en general tiene un fuerte componente hereditario y esta tasa es mucho mayor en las familias afectadas.

Si es tan frecuente, ¿por qué se habla más de otras enfermedades como el SIDA o la esclerosis múltiple que de la esquizofrenia?

No lo sé, pero sospecho que puede deberse a la incapacidad de los pacientes afectados por advocar por sí mismos. La esquizofrenia destruye o deteriora marcadamente la iniciativa social en las personas que la sufren, y es difícil imaginar a un grupo de pacientes coordinando una acción política como hacen, por ejemplo, las organizaciones de homosexuales. Por otro lado la enfermedad mental acarrea un estigma que se extiende a la familia, y mientras la cultura mediática no remueva el obstáculo de la vergüenza implícita en tener «un loco en la familia», no parece probable que los familiares de las personas afectadas se movilicen para aumentar la conciencia social sobre el problema. Por último los medios favorecen con frecuencia la perpetuación del estigma, en particular cuando eligen hacerse eco de los crímenes violentos perpetrados con pacientes que sufren una enfermedad mental, aun cuando estadísticamente hablando estos casos son menos probables que los de la violencia ejercida por criminales sin síntomas mentales.

¿Se puede prevenir la esquizofrenia?

Todavía no. Los descubrimientos recientes sobre la naturaleza de la lesión cerebral, combinados con la descripción de los síntomas que preceden la aparición de la psicosis durante las dos últimas décadas, sugieren que la prevención podría ser posible. Los estudios de genética que permiten establecer la presencia de predisposición a la enfermedad, combinados con la evaluación de los niños de edad escolar en búsqueda de síntomas precursores, parecen una estrategia promisoria. En la medida en que entendamos mejor los mecanismos biológicos de la enfermedad será posible intervenir para interrumpir su progresión, que hasta hoy termina invariablemente en la catástrofe de una enfermedad que impide el funcionamiento laboral, familiar y personal de los que la sufren.

Un tema sobre el que se habla mucho en ambientes profesionales en estos tiempos es el tratamiento precoz de la esquizofrenia. ¿Existe evidencia como para justificar esto?

Hace falta precisar qué tratamiento. Hay ciertamente evidencia, como comenté en mi respuesta anterior, que justifica la idea de hacer algo en aquellos casos que tienen riesgo hereditario y han comenzado a manifestar síntomas. Lo que no es fácil es determinar qué intervención elegir. Una posibilidad, que ha sido puesta a prueba en Gran Bretaña, es la de asignar enfermeros especializados en prevención a las familias de estos chicos, con la esperanza de que al reducir el estrés familiar se minimice la manifestación de la enfermedad en sus formas más graves. Los resultados preliminares de esta estrategia son favorables e indican un camino posible para las decisiones de salud pública. Una alternativa que se ha comenzado a estudiar hace poco es la de darle a estos niños con riesgo hereditario elevado una medicación antipsicótica. A mi juicio los efectos adversos de estas medicaciones, que están demostrados categóricamente, deberían contraindicar su uso en una población que puede o no beneficiarse.

¿Es posible una detección precoz de la esquizofrenia?

Sí, como se apuntó antes. La precisión de la detección de casos individuales es todavía materia de discusión, y depende del método elegido para establecer el diagnóstico. Según las estimaciones más recientes el porcentaje de error ronda el 10%.

La gente piensa que los enfermos que padecen de esquizofrenia son más violentos. ¿Qué hay de cierto en ello?

Nada, si por violentos se refiere a violencia criminal. Lamentablemente las personas que sufren de esquizofrenia tienen un riesgo elevadísimo de actuar violentamente contra sí mismos, y la tasa de suicidio es muy alta en ausencia de tratamiento.

Usted ha investigado también las diferencias de los nuevos fármacos antipsicóticos con los antiguos. ¿Han supuesto estas nuevas medicaciones un avance significativo con respecto a los tratamientos que había hace veinte años, por ejemplo?

Sí, pero las ventajas tienen un límite preciso, que es el deterioro cerebral causado por la misma enfermedad. La mayor virtud de los modernos fármacos, que reciben el nombre genérico de antipsicóticos atípicos, es que alteran en menor grado la capacidad motriz de las personas que los toman, y en consecuencia permiten una mejor calidad de vida.

¿Qué mensaje le gustaría llevar a los enfermos esquizofrénicos o a sus familias? ¿Qué es lo mejor que pueden hacer?

El mensaje de una esperanza basada en la posibilidad de tratamientos individualizados que dependerán de la susceptibilidad a efectos adversos específicos para las personas afectadas, y una aún mayor para los familiares basada en la casi cierta expectativa de una prevención eficaz de los síntomas psicóticos.

Para finalizar, profesor De Erausquin, ¿cómo ve desde su atalaya de la investigación el futuro de la esquizofrenia en los próximos diez años? ¿Qué avances reales se puede razonablemente esperar en los lustros siguientes?

Los estudios en poblaciones de alto riesgo que están completándose nos darán, Dios mediante, métodos más precisos para identificar precozmente la enfermedad. Por otro lado, los estudios derivados del esfuerzo internacional coordinado por el Human Genome Project permitirán la identificación de los factores de riesgo hereditario, y la prevención primaria de la enfermedad mediante intervenciones de salud pública. Por ejemplo, un problema no resuelto es el de la vinculación causal entre la infección de gripe por virus influenza durante el embarazo y la esquizofrenia en el hijo por nacer. Una posibilidad es que las campañas de vacunación tengan que extenderse para incluir a las mujeres embarazadas (como de hecho ha sucedido ya en Estados Unidos a partir de este año). Sin embargo, también es posible que la causa de la enfermedad no sea el virus mismo sino la reacción inmunológica materna, en cuyo caso la vacunación debería contraindicarse en las embarazadas con riesgo genético. Éste es un problema que habrá que resolver en el futuro inmediato. Por último, las estrategias de prevención secundaria en los niños con síntomas prodrómicos se resolverán cuando podamos analizar los resultados de los estudios en curso. Estos estudios también afectarán, a mi entender, una variedad de políticas de salud pública relacionadas con el uso de medicación en niños de edad escolar, y con la necesidad de campañas de detección temprana.

Muchas gracias por su amabilidad en responder a Elsemanaldigital.com, Dr. De Erausquin.

Nada. Gracias a Vds.



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